A medida que transcurre el tiempo inexorablemente y vamos dejando atrás los pañales, el párvulario, los amigos de infancia y toda esa maravillosa etapa de la niñez, la vida tal cual la conocemos o para la cual hemos sido entrenados,; nos vamos cercenando sin pensarlo en nuestra capacidad de asombro.
Si, la divina sensación de asombrarnos y de reconocer los detalles enriquecedores de la vida como cuando somos niños.
Apreciar un amanecer, las gotas de roció en una flor, el canto de los pájaros, la sonrisa de un niño, los colores del cielo y sus tonos mágicos que nos envuelven o también el sonido del agua, la sensación del primer beso, de un abrazo sentido y de todos esos detalles que sin duda alguna es lo que hemos venido a vivir.
Nos hemos dejado de lado cómo seres espirituales y de allí gran parte del fracaso de la humanidad; enfocados en metas materiales en pro de una vida que nos han hecho creer que el éxito reside en títulos, en altos cargos corporativos o políticos que muchas veces no nos hacen ser mejores seres humanos y en cambio llenan los corazones de la mayoría de las miserias humanas.
Sentémonos un rato hoy, día antes de la celebración de la navidad que en gran parte del planeta es feriado y juntos busquemos en que lugar cómo adultos hemos dejado nuestra capacidad de asombro, ya que gran parte de la alegría de vivir es el descubrir todo lo positivo que encierra una sonrisa, un abrazo o quizás una lágrima que contiene tanto sentimiento.
Comencemos a vivir de nuevo con el goce de cada amanecer, del aroma del café, de los sabores de las frutas y de un beso, no olvidemos que al cerrar los ojos y conectarnos con nuestra esencia descubriremos sensaciones que siempre estarán en nuestro corazón y en ese silencio cómplice de cada uno en unión con nuestro creador, nos permite revivir toda aquella emoción o sentimientos que nos llenan de alegria el alma y nos asombra o nos sorprende como un bebé descubriendo el mundo.
Opsensei
Dic 24 2017
21:57 Hrs.
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