Cuando la vida nos
muestra en nuestro camino, que la opción es el exilio, no somos capaces de
pensar en el aprendizaje que tenemos por delante, ni en la infinita cantidad de
experiencias que van a enriquecer nuestra vida, estamos en esa etapa llenos de
incertidumbre, temor, nostalgia, ansiedad y un con una mezcla de sentimientos
encontrados que retumban en nuestra mente al tomar esa decisión.
El exilio nos llena de
ilusiones y sueños en el momento que entramos
vivencialmente en el, así como nos
golpea con frecuencia con los recuerdos, la nostalgia por la familia, por los
sabores, los lugares, los amigos, los amores y los sueños, también nos muestra
el inmenso mundo de crecimiento y tesoros que estamos por descubrir, creo que
de ahí el popular dicho: Nadie es profeta en su tierra.
Y particularmente en el
caso de no ser profeta en su tierra, es por la necesidad en la mayoría de
nosotros los exiliados que debemos vivir día a día con la disposición de dar lo
mejor de sí, para salir adelante en la tierra que nos de cobijo y saber que es
un trabajo sin descanso por el resto de nuestras vidas.
Pero dentro de todo este
contexto de aprendizaje al dejar nuestras tierras de origen y el descubrir
habilidades en nosotros que no conocíamos, a su vez están los tesoros que Dios
nos pone en el camino cada día y entre ellos están: el inmenso valor de
nuestras raíces y valores, nuestras costumbres, el amor que crece dentro cada
día por los nuestros que con los recuerdos que tenemos a mano les extrañamos un
montón y nos hace comprender que entre las prioridades en la vida que debemos
velar con determinación es la familia, sin importar las distancias, que el
amor que Dios nos pide por el prójimo es uno de los mayores motivos del
existir.
Otro de los tesoros que
nos ha brindado el exilio, son los nuevos amigos, que se convierten en nuestra
nueva familia, sean exiliados o no, pero que con el tiempo nos muestra el
corazón que son parte integral de nuestro día a día, que si no hay comunicación
con ellos, nos sentimos como incompletos, que esperamos ese momento de
reencuentro y estrechar la distancia de nuestros corazones en un abrazo
sentido, que nos da la sensación de estar juntos de toda una vida, estos amigos
se convierten sin saberlo o no en nuestra familia de alma y corazón, sus sueños
y logros son nuestros sueños también, así como sus angustias o preocupaciones
de inmigración, salud, trabajo, etc.
Gracias a Dios, por
poner estos amigos, ángeles suyos en la tierra, así como en nuestro camino,
gracias por permitirnos descubrir que en el corazón de cada ser humanó esta su
presencia, para nuestro reconforté y velaremos por cada uno de ellos. Gracias
a todos por recibirnos en sus corazones y no quiero cerrar mi escrito sin
agradecerles personalmente a todos y en especial a los que han compartido más
íntimamente las dificultades y logros de mi familia: Vargas Carvajal, F Carrizo, Patricia Acosta, Cecilia
R, Gota Sanoja, Ángela B, Daian Peña, Danira Esther L, Dayana Lorena L, Indira
Páez, A Barat, Familia D' Bernardi, Urdaneta Ramia, Ruiz Portillo, Di Lorenzo
Mora, Israel Mago y a todos aquellos que por la emoción que
me embarga ahora, no me permite escribir sus nombres les pido disculpas, pero
ellos saben que tienen un lugar en nuestro corazón. Que Dios les bendiga
a todos por siempre, gracias por ser parte de nuestra vida y por
permitirnos ser familia.
