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9 de marzo de 2016

Esas manitas ...



En reiteradas oportunidades muchas personas me preguntan: cuál es el estilo de karate que enseño o practico?

Es una pregunta que me hace sonreír, ya que no enseño nada diferente que no esté al alcance de todos los que hemos decido hacer del karate parte de nuestra vida  y a su vez una forma de vida. Sin embargo debe haber algo distinto en mi manera de enseñar, que da origen a esa inquietud.

El karate para mí, por convicción, por experiencias de sentimientos y por decisión propia una hermandad amplia sin fronteras en donde todos tenemos un lugar, con el firme proposito de generar un bienestar común, que como pocas actividades individuales o de  grupos logra unir cuerpo, mente y espíritu con un resultado magico por asi decirlo de armonia, paz y fraternidad humana. Por supuesto que en este camino marcial que comencé  a transitar desde 1978, me ha demostrado que no todos los que lo practican tienen las mismas intenciones o persiguen el objetivo de servir con humildad y amor incondicional a todos los que se nos cruzan en este arte.

El karate está lleno de muchas ventajas a nivel físico y mental, muchas personas por desconocimiento y por manipulación mediática lo consideran algo violento o arrogante y nada más lejano de la realidad, siempre y cuando sea practicado o enseñado con sus principios básicos que son: 

Karate comienza y termina con respeto
El karateka nunca ataca
Buscamos mediante la práctica, la perfección del carácter 
Brindamos lo mejor de nosotros en cada momento de nuestra vida
Hacemos del karate una forma de vida y lo practicamos las 24 horas
Nos mantenemos alejados de cualquier forma de violencia 

Estos principios entre otros son las bases del verdadero karate.

No estoy juzgando o criticando de ninguna forma a quienes practican o enseñan karate de otra forma, estoy hablando del mío y del que trato de inculcar en cada alumno, en cada instructor o persona que me consulta sobre el tema.

Soy fiel creyente del impacto que podemos causar de por vida en la interacción con alguien y de ahí mi determinación de brindar lo mejor a cada alma que el creador pone en mi camino, con el fin de transitar esta vida sembrando amor incondicional y dejar la semilla del mismo a cada paso con cada persona y que estos a su vez lo vayan sembrando igual.

No me considero ningún genio o ser especial en la práctica del karate, así como en mi vida cotidiana, tampoco espero ser idolatrado ya que mis acciones hablaran más de mí que mis palabras y sin olvidar que toda gloria terrenal es pasajera; sin embargo el lograr despertar en cada uno el amor incondicional y ser un pequeño estímulo para su evolución espiritual es algo que haré por siempre, así sea juzgado o  en reiteradas oportunidades no comprendido o aprobado por muchos.

Así que en una  breve reseña, tratare de resumir que mi karate es una forma práctica de hermandad, manteniendo la técnica y los principios del arte en su forma más pura posible y su filosofía esta basada en el amor incondicional hacia el prójimo con respeto, humildad y valores morales en pro del desarrollo de cada uno; donde las miserias o mezquindades humanas no tienen cabida. Es una forma de enseñanza donde todos aprendemos juntos en armonía, donde no hay dioses que adorar o reinados ególatras que no llevarían a un bienestar común.

Así que invitó a todos los se han tomado el tiempo de leerme, lo cual les agradezco muchísimo y a mis colegas instructores que reflexionemos acerca del impacto que tenemos en cada alumno o en cada compañero practicante, así como en cada ser humano con quien nos relacionamos.

No quiero dejar pasar lo siguiente: esas manitas de la foto que en parte me inspiraron a escribir esto, también marcarán vidas y seremos nosotros responsables en parte de sus logros o desaciertos, no desperdiciemos la oportunidad de hacer lo mejor que podamos por cada uno.

Un fuerte abrazo y que nuestro creador los llene de bendiciones.

Foto cortesía de Miguel Vargas D.

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