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9 de enero de 2013

Un Camino Sin Armas


Un camino sin armas

Comenzar a escribir sobre karate no es tan sencillo como parece… Es complejo y profundo como el arte mismo. Primero que todo aclaro que no soy un fanático porque en el karate no hay fanáticos. El que practique karate con fanatismo, no está recibiendo la información correcta del karate en sí o no comprende a plenitud el verdadero sentido del camino de la mano vacía.
El arte al que me refiero en particular es el Karate japonés. En muchas partes del mundo llaman karate a prácticas de defensa personal o a danzas tradicionales, y nada más lejos de la realidad. El Karate japonés es uno solo y está representado a nivel mundial por las cuatro escuelas más importantes que son: Goju Ryu, Wado Ryu, Shotokan y Shito Ryu. Esta última es la que reúne mayor variedad de técnicas y katas registrados.
El karate japonés tiene sus orígenes en las islas del sur de Japón, siendo la isla de Okinawa el centro de su florecimiento y cuna de los grandes maestros. El karate se basa en un sistema de defensa contra las armas, sin armas. De ahí viene su nombre: Karate Do. Kara significa vacío”, te significa mano” y Do significa “el camino o la vía”, o sea, el camino de la mano vacía, sin armas. Es un sistema tan natural como el cuerpo mismo. No tiene edad, ni sexo. Toda persona puede practicarlo y al poco tiempo comenzar a disfrutar los beneficios físicos y espirituales que el karate brinda. Es un estilo de vida que con la práctica logra convertirse en parte de nuestra rutina diaria y nos despierta ese sentimiento de búsqueda interior para ser un mejor ciudadano. El karate es uno de los pocos deportes que nos permite condicionar el cuerpo y la mente a la misma vez. Nos brinda seguridad, flexibilidad, condición física y fortaleza cardiovascular, y al mismo tiempo nos muestra el camino de la humildad, la hermandad, la determinación para alcanzar metas paso a paso, disciplina, respeto y cortesía con los demás.
No hay malos o buenos estudiantes en karate. Puede ser que existan maestros o instructores mediocres, que no logran comunicar el verdadero sentido del karate y trasmiten al estudiante información equivocada, provocando que muchos alumnos desistan. Con frecuencia los principiantes llegan al Dojo con la sola intención de combatir, perder peso o librarse de las tensiones. La gran mayoría descubre que este arte ofrece mucho más que eso y encuentran en su práctica diaria un conjunto de ventajas que no esperaban recibir. Por otra parte están los que desertan en los primeros días o al poco tiempo, en muchos casos porque no estaban preparados mentalmente para recibir todo el entrenamiento y son de esos que prefieren tomar un camino más sencillo, con menos retos, sin saber que a la larga es menos satisfactorio.
No todos estamos preparados para ser consecuentes cuando tomamos una decisión. En esta sociedad actual, acostumbrada al fast food, la mayoría tiene metas a corto plazo y muy pocos buscan el desarrollo integral que conecta al ser humano con su parte espiritual y lo impulsa a completar su misión de vida.
El entrenamiento del karate se desarrolla en un ambiente de respeto, disciplina, armonía y hermandad. Comprende el trabajo de ejercicios físicos, técnicas básicas o Kihon, técnicas de combate o Kumite y técnicas de combate imaginario o Kata. Este conjunto de técnicas logra brindar al estudiante una armonía entre cuerpo y espíritu como pocas prácticas deportivas.
El karate basa su filosofía en no atacar. El buen practicante de karate desarrolla la capacidad de entrenar su humildad como base del crecimiento humano, para así poder controlar situaciones adversas que podrían terminar en un enfrentamiento. El buen karateca siempre ha de procurar evitar una pelea, pero si lamentablemente la situación llega a un punto en que no hay otra salida que no sea el combate, el karateca hará uso de sus conocimientos para preservar la vida, la propia y la de sus semejantes, en un combate de vida o muerte. Por eso la práctica de las técnicas de combate bien ejecutadas es tan importante como aprender a evitar confrontaciones.
Podemos llevar el aprendizaje del karate a nuestra vida cotidiana, ya que actuando con cortesía, disciplina, humildad, respeto, y logros de méritos  nos convertirá en mejores seres humanos y obtendremos mayor satisfacción personal, para beneficio propio y de nuestro prójimo.
Una gran ventaja es que no requiere de costosos equipos. El karate puede practicarse en cualquier parte, incluso en espacios reducidos y en solitario, sin necesidad de estar en grupo para realizar ciertos ejercicios. El entrenamiento puede comenzar a cualquier edad y los resultados son palpables en un corto tiempo. Si la asistencia a clases se realiza de forma ordenada y consecuente, las personas de ambos sexos, niños o adultos, encontrarán en el karate una forma enriquecedora y sana de acondicionar  el cuerpo en armonía con el espíritu.